En Andalucía, podemos visitar una gran cantidad de fortalezas y castillos, en especial en Jaén. De hecho, existe un programa turístico específico llamado “La Ruta de los Castillos y las Batallas” (http://www.castillosybatallas.com/), que enlaza algunos de los numerosos castillos de la provincia de Jaén y también de las limítrofes Ciudad Real y Granada.
Nosotros hemos decidido en esta ocasión visitar el castillo de Jaén o de Santa Catalina, castillo que corona Jaén, con su recinto amurallado de construcción árabe, aunque sufrió posteriores reformas durante la época de Fernando III.
Los musulmanes erigieron una enorme Alcazaba en la cima del cerro sobre el que se asienta la ciudad. En el siglo XIII los cristianos conquistaron la ciudad y transformaron esta alcazaba, que a partir de entonces constó de tres fortificaciones claramente diferenciadas: el castillo de Abrehuy, el Alcázar Viejo y el Alcázar Nuevo. Sobre las dos primeras fortalezas se construyó en 1965 el actual Parador Nacional de Turismo, uno de los más reconocidos de España.
El aspecto monumental del castillo se mantiene en el interior del parador, donde destacan los impresionantes arcos del salón principal, el comedor de estilo árabe, y las vistas panorámicas de la ciudad desde sus terrazas y habitaciones.
De las cinco torres que configuran el Alcázar Nuevo cabe destacar por sus dimensiones y altura la gran torre del Homenaje, que se organiza en tres estancias, incluyendo un almacén excavado en la propia roca, quizá aprovechando un socavón o fractura natural.
Hay varias leyendas relacionadas con el Castillo de Santa Catalina, como por ejemplo, la de “El Lagarto de la Magdalena”
Según una antigua tradición popular, en el manantial que hay enfrente de la iglesia de la Magdalena, el barrio antiguo de Jaén, a las faldas del cerro del castillo, habitaba un lagarto gigantesco que tenía aterrorizada a la población pues atacaba a los vecinos que iban a buscar agua al manantial.
En la difícil tesitura, un preso que estaba condenado a muerte ofreció matar al monstruo a cambio del perdón. Se concedió su petición y solamente solicitó un caballo, una lanza y un saco de yesca envuelta en piel ensangrentada de un cordero. Cuando se hizo de noche se acercó a la cueva con un costal de panes calientes. El lagarto salió al olor de los panes y persiguió al preso que escapó a galope. Mientras duró la persecución el preso iba arrojando panes que el monstruo devoraba. Así llegaron a las inmediaciones de la iglesia de San Ildefonso, en otro extremo de la ciudad, donde el preso encendió la yesca y arrojó el falso cordero. El lagarto se lo tragó, se abrasó las entrañas y reventó.
Existe una importante identificación entre Jaén y su mito, que protagoniza eventos y celebraciones, desde conciertos de rock hasta cabalgatas y carnavales. Un antiguo dicho acuñado a modo de maldición reza «así revientes como el lagarto de Jaén». Algunos autores identifican el mito del lagarto con la forma que el plano de la ciudad adopta al enroscarse en el cerro de Santa Catalina.
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